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Tras el homenaje oficial en la plaza, los jรณvenes guardiamarinas cruzaron el umbral del Casino como se entra en un saloncillo del pasado. Esta vez, no hubo cornetas ni รณrdenes en voz alta. Solo el sonido leve de sus pasos sobre el mรกrmol, el eco de sus voces contenidas y el brillo de los botones dorados entre los reflejos de los espejos.
En el interior, el Salรณn Jorge Juan los recibiรณ con su aire palaciego, coronado por estucos dorados que parecรญan observarlos con la misma solemnidad con que se recibe a los herederos de una historia compartida.
Porque Jorge Juan no fue solo un marino. Fue geรณmetra, espรญa, astrรณnomo, reformista y diplomรกtico. Un hombre capaz de medir el meridiano terrestre mientras negociaba con reyes, modernizaba la Armada y defendรญa con elegancia โy firmezaโ la soberanรญa del conocimiento. Su legado es tan preciso como vigente: ciencia, rigor y lealtad. Su nombre, bordado en este Salรณn, no es solo un homenaje: es el reflejo de un pueblo que abraza con orgullo la grandeza de un hombre que midiรณ el mundo y modernizรณ el conocimiento desde su tierra natal.
De pie, en torno a una mesa redonda, los guardiamarinas se agruparon con la naturalidad de quien sabe que la camaraderรญa tambiรฉn se construye en los mรกrgenes del protocolo. Allรญ, entre conversaciรณn y reflejos de luz, el brindis se hizo posible gracias a la colaboraciรณn de @agustinavermut una marca de vermรบ que entiende de historia y carรกcter, y que ofreciรณ un gesto sencillo, pero cargado de sentido: hospitalidad con alma mediterrรกnea.
Habรญa algo de rito no escrito en esa escena: el uniforme blanco, la luz filtrada por los ventanales, el verde encendido de los รกrboles tras los cristales. Todo componรญa un instante suspendido entre la memoria y la juventud.
Y el Salรณn, silencioso, lo supo.
Gracias por formar parte de otra historia de este ilustre marino y de nuestras paredes.