
Dicen que hay verbenas que uno espera como se espera la lluvia en pleno agosto: con paciencia, con deseo y con la certeza de que, cuando llegue, nada volverá a sentirse igual. Eso ocurrió en la 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐛𝐞𝐧𝐚 del Casino de Novelda, donde el dúo murciano Serendipity Duo volvió a demostrar que su música es más que canciones: es encuentro, es destino, es la casualidad feliz que siempre llega a tiempo.
El cielo amenazaba con arruinar la fiesta: rayos, truenos tímidos en la lejanía y nubes pesadas que se paseaban por encima del 𝐭𝐞𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐞, ese lugar que cada verano se convierte en refugio de historias y alegrías. Y sin embargo, cuando empezaron a sonar las primeras notas, supimos que no habría tormenta capaz de detener las ganas de bailar.
Algunos abrieron paraguas con cierta timidez, como si no quisieran romper el hechizo, pero nadie se movió de su sitio. Las luces colgantes parecían estrellas bajadas para la ocasión, y cada gota que caía encontraba en el suelo brillante un espejo perfecto para reflejar la felicidad de quienes cantaban, reían y bailaban sin importar nada más.
Lo que hace grande a 𝐒𝐞𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐩𝐢𝐭𝐲 no es solo su talento: es esa capacidad de convertir a desconocidos en cómplices, de provocar que el tiempo se detenga y que los zapatos olvidados bajo la mesa no importen mientras el corazón late al ritmo de la música.
Fue una de esas noches que se quedan tatuadas en la memoria. Y la prueba está en la foto final: un templete abarrotado de sonrisas, brazos alzados y miradas cómplices.
Y justo cuando la última canción terminó, el cielo cumplió su amenaza: la lluvia cayó, como si hubiera esperado paciente a que todos regresaran a casa felices. Nos empapó, sí, pero fue la mejor firma que podía tener esta historia. Porque hay noches que no se olvidan, y esta verbena fue una de ellas.