
Hay palabras que parecen contener música dentro. Scherzando es una de ellas. Significa jugar, bromear, interpretar con ligereza, como si las notas fueran traviesas y quisieran escaparse del pentagrama.
El domingo pasado, en el Casino de Novelda, esa palabra tomó forma de piano. El dúo Scherzando nos recordó que un concierto no se mide por el número de sillas ocupadas, sino por la intensidad con la que late cada acorde.
Cuatro manos sobre un único teclado: un diálogo en el que una se adelanta, otra sostiene y ambas terminan encontrándose en el mismo compás.
Lo que para muchos es técnica, para ellos fue complicidad. Y la magia estaba también en la historia: Inés Castillo Serrano, criada entre estas paredes y cómplice habitual de la vida cultural del Casino, regresó a casa. Esta vez no como estudiante, sino como protagonista de una tarde en la que la música se convirtió en memoria compartida, acompañada por Toni Marín Torres.
Porque Scherzando no es solo la indicación al inicio de una partitura: es la filosofía de un concierto donde dos pianistas comparten un instrumento, un espacio, un aliento. Donde la técnica se rinde para dejar paso al juego, a la sorpresa, a ese instante en que la melodía hace sonreír y el silencio nos permite respirar.
En un salón que conserva ecos de otras épocas, las notas flotaron como si quisieran quedarse a vivir. Y tal vez lo hicieron.