π…π’πžπ¬π­πš 𝐝𝐞 π•πžπ«πšπ§π¨ 𝐝𝐞 π₯𝐚𝐬 π‘πžπ’π§πšπ¬ 𝐝𝐞π₯ π‚πšπ¬π’π§π¨

Las mejores despedidas son las que parecen no querer terminar. Y asΓ­ fue la π…π’πžπ¬π­πš 𝐝𝐞 π•πžπ«πšπ§π¨ 𝐝𝐞 π₯𝐚𝐬 π‘πžπ’π§πšπ¬ 𝐝𝐞π₯ π‚πšπ¬π’π§π¨, que convirtiΓ³ la tarde en un escenario de risas, chapuzones y complicidad.
El Casino se llenΓ³ de voces felices, de niΓ±os corriendo entre hinchables acuΓ‘ticos que hicieron del calor un juego, mientras los mayores compartΓ­an confidencias alrededor de una tarde de verano que sabΓ­a a reencuentro y a promesa de volver.
No faltaron las sonrisas, ni ese ambiente que convierte una simple tarde en recuerdo imborrable. Fue la ΓΊltima fiesta de la temporada, pero tuvo el brillo de los comienzos: la frescura, la alegrΓ­a y la certeza de que aquΓ­, siempre, lo importante es disfrutar juntos.
Porque en el Casino, las estaciones cambian… pero la ilusiΓ³n se queda.